Filosofía acropolitana
Delia Steinberg Guzmán
INTRODUCCION
En este mundo nuestro, evidentemente alejado de los valores espirituales, el hecho de presentar nuestro Ideal Acropolitano bajo la forma de una Escuela de Filosofía a la manera clásica, dice bien poco a quienes no reconocen escuelas, ni filosofías ni clasicismos. De allí la necesidad de intentar definir nuestra nueva y vieja Filosofía, la de siempre, la que ahora lleva el nombre de Acropolitana.
Si bien es difícil definir con nuestros medios actuales aquello que está más allá de esas mismas definiciones, no por eso debemos dejar este intento de lado, pues aquello que nosotros no hagamos, será hecho por otros, con menos conocimientos y menos buena voluntad.
Como en todos los tiempos, la Filosofía es incomprendida y los filósofos escarnecidos; a veces ha sido la persecución física, y otras la ironía y la paulatina destrucción de imagen en base a calumnias, las que han ido detrás de los mismos fines.
Es interesante observar cómo, a través de la Historia, quienes han cultivado los valores filosóficos atemporales, siempre se han visto obligados a caer en temas poco filosóficos y en razonamientos temporales, para sobrevivir a sus propias épocas. Nueva Acrópolis no está fuera de esta situación: amante de lo eterno, debe enfrentarse en lo circunstancial - en lo que al mundo exterior se refiere - a quienes juzgan antes de conocer, a quienes usan una parte para deducir el todo, a quienes pretenden mostrar "claramente" lo que no comprenden para nada, a quienes tienen más deseo de causar sensación que de informar. Por eso, en repetidas oportunidades, Nueva Acrópolis debe comenzar su presentación por aquello que "no es", dado que eso es lo que más se esgrime a diario como acusación; se trata de un "no ser" en relación a una serie de "conceptos" que hoy están de moda y que, por lo mismo, tiñen toda posibilidad de expresión con sus mismos colores. Según la alienación del momento, así se entienden todas las demás cosas. En un período de angustia, crueldad y falsa política, todos deben ser mentirosos y malignos, aprovechados y tramposos, para encajar dentro de las escasas definiciones que la moda permite manejar.
No obstante, las modas pasan; los momentos difíciles se superan, y en última instancia las páginas de la Historia se llenan con aquellos elementos que logran supervivir. De la supervivencia, manifestación y proyección de nuestra Filosofía Acropolitana, es pues, de lo que queremos tratar.
LA FILOSOFIA: EL FILOSOFO
En este terreno no pretendemos ser originales, sino simplemente nuevos; mientras lo original busca diferir de lo conocido, lo nuevo da vida una y otra vez a los mismos valores esenciales. Por eso Nueva Acrópolis define la FILOSOFIA como siempre se ha hecho, como "Amor a la Sabiduría", como una necesidad impostergable de alcanzar aquello que nos falta, como la búsqueda de un conocimiento profundo que satisfaga realmente las más agudas inquietudes humanas.
Nuevamente lejos de la originalidad, seguimos a Platón para explicar las características de esa Sabiduría que constituye la esencia de la Filosofía. Esta Sabiduría es una totalidad, una cúspide que se alcanza a través de un conocimiento inteligentemente dirigido y que va desde el extremo de la ignorancia hasta la plenitud del saber. El conocimiento avanza paulatinamente y no debe detenerse en el penoso término medio de la opinión que, creyendo saber, expone arbitrariamente como verdades las que no pasan de ser apreciaciones incompletas.
EL FILOSOFO no es un sabio, no posee aún el tesoro de la Sabiduría, sino que tan sólo la busca, va tras ella incansablemente. No se conforma con el variado campo de las opiniones intelectuales: a medida que va conociendo, se va transformando; su conocimiento, al llegar al fondo de las cosas, se convierte en un estilo de vida. Vive una "Filosofía Activa", es decir que piensa, siente y actúa de una manera acorde. El camino de la Sabiduría se traduce, pues, en acción, mística y conocimiento. No en vano enseñaban los antiguos Maestros que la senda del discipulado estaba señalada por tres virtudes: investigación, devoción y servicio.
De lo anterior se desprende que el filósofo es un buscador, un explorador conciente de la Vida, es un discípulo en vías de formación y ha dejado atrás las vacías estructuras del simple estudiante que se conforma con la instrucción.
¿Qué busca el filósofo? ¿Cuál es el alcance de la Filosofía? El filósofo lo busca todo, la Sabiduría Total, y de allí que el alcance de la Filosofía sea tan amplio como la necesidad de saber que mueve al hombre. El anhelo de comprensión de un Universo global, desprecia el conocimiento fragmentado, la especialización en partes que supone la ignorancia de las otras.
Por eso la Filosofía Acropolitana suele aparecer ante los ojos del público como un extenso y multicolor mosaico que muchas veces desconcierta al que no comprende el criterio que vale como punto de partida: la variedad de temas es una respuesta a una inmensa sed de sabiduría y es la expresión de los mil caminos que llegan por igual a la misma meta. Las actuales mutilaciones de la Filosofía están movidas por oscuras corrientes de opinión, que cercenan así este estilo de vida para el cual nunca deben quedar rincones oscuros.
Es lógico preguntarse cómo reconocer el camino de la Sabiduría sin caer en falsas interpretaciones, a qué fuentes recurrir para tener la certeza de la autenticidad. La Sabiduría es, en este caso, similar a esa corriente energética que domina todo el Cosmos y que llamamos Vida. Y así como la Vida se transmite y va de cuerpo en cuerpo, la Sabiduría se transmite y toma cuerpo de tiempo en tiempo. La larga cadena de sabios que en el mundo han sido, llenan la Historia, destacándose por su profundidad y por la reitención con que todos ellos han incidido en las mismas Verdades. Son los que dan respuestas contundentes, no siempre absolutamente "racionales", pero siempre perfectamente comprensibles y asimilables, como el agua para el sediento. Son los que exigen lo más dificil y en mayor cantidad; son los que nos alejan de los espejismos de la materia y nos obligan a volver la mirada hacia nuestro propio interior; son los que destrozan la vanidad humana con la sabiduría divina.
¿A qué soñar Maestros cuando Ellos existen en realidad y es fácil reconocerlos? Son los que no complican el conocimiento para que parezca más verdadero; la simplicidad es característica de la Verdad. Son los que no imaginan que evolucionan porque manejan una terminología exótica, o porque logran extrañas posturas con el cuerpo, o porque enmudecen bajo la máscara de la meditación. Son los que indican que todas esas cosas existen pero deben conquistarse más allá de las farsas, con el mismo o mayor esfuerzo con que se conquistan cosas menos válidas y más burdas. No hace falta fingir suficiencia, desprendiéndose de la necesidad de Maestros; nada más terrible que sentirse solo en un camino que se conoce poco; nada más terrible que disimular la cobardía con ínfulas de liberación.
FILOSOFIA ESOTERICA
En realidad, toda Filosofía es esotérica, por cuanto constituye un Amor a la Sabiduría que todavía no poseemos, por aquello que todavía está escondido a nuestra visión. Y eso es lo esotérico: lo oculto, lo escondido, no por la maldad premeditada de nadie, sino por nuestra propia ignorancia. Lo esotérico comienza allí donde acaba nuestro conocimiento de las cosas.
Exoterizar lo esotérico, hacerlo visible, es la vía de la enseñanza. Luego, una vez recogidas las enseñanzas, hay que volver a internalizarlas, a esoterizarlas, por la vía de la comprensión. Vemos aquí dos corrientes perpetuas que fluyen en sentido contrario y se complementan. Por otra parte, no basta el ejercicio de la razón para desvelar lo esotérico: hasta que el conocimiento no se hace parte de la vida misma del individuo, sigue siendo tan esotérico como mientras permanecía escondido al intelecto.
Siempre se ha relacionado lo esotérico con los Misterios, con el sigilo con el que se cubrían estos rituales experienciales destinados a promover el "segundo nacimiento" en el hombre, es decir, su auténtico despertar interior. Sin embargo, se olvida que los Misterios no sólo se pueden relacionar con lo oculto, sino - como su propia raíz etimológica lo indica - con la Mística, con esa fuerza ascensional del alma que escapa de la prisión material para ir en busca de su ancestro. La Mística es así, una Filosofía, un Amor al Conocimiento de las esencias espirituales que mueven a la humanidad. La Mística es Amor a la Sabiduría que brota de lo Infinito, y se expresa en aquellos "secretos" que en cierta forma ya vibran en cada hombre, aunque acallados a veces. La sola pregunta del filósofo que se coloca ante la Vida, ya indica la presencia de la respuesta, aunque esta respuesta no sea conciente en un principio.
El problema que tiene - y tuvo casi siempre - la Filosofía Esotérica es que, a fuerza de sutil, se presta a malas interpretaciones, con lo cual suele predominar una imagen falsa antes que la verdadera, por aquello de que más mancha un puñado de barro, que lo que logra clarificar un chorro de agua limpia. Nueva Acrópolis no es ajena a la repercusión de estos problemas, y el hecho de existir en un mundo conflictivo, nos lleva, las más de las veces, no sólo a impartir la enseñanza de la Filosofía Esotérica, sino a combatir los torpes efectos del esoterismo mal entendido. Veamos algunos ejemplos.
Debido al auge que a partir del siglo pasado tuvo el redescubrimiento de las culturas orientales, con su carga de mística y ocultismo, se ha planteado la incorrecta idea de que todo esoterismo ha de ser forzosamente oriental. Orientalismo y esoterismo han llegado a convertirse en sinónimos para la gente poco preparada, desconociendo el hecho de que todas las antiguas civilizaciones han tenido matices más o menos marcados de esta especial forma de Filosofía, matices que aún pueden observarse en el presente, en todas las tradiciones del mundo, ni bien se quiebra la cáscara de snobismo y materialismo.
Otro error frecuente es el creer en un elitismo espiritual, propio de aquellos que han logrado desentrañar los Misterios. Aquí se observa una disyuntiva: quienes han logrado realmente desentrañar los Misterios, no practican ningún tipo de elitismo y, por el contrario, en aras de una generosidad creciente, vuelcan sus conocimientos en los demás hombres, para compartir entre todos el sagrado tesoro de la Sabiduría. Y quienes se consideran "seres aparte" gracias a sus conocimientos, es que no han logrado desentrañar ni el más simple de los Misterios: el de que la Sabiduría une y no separa.
Sin agotar el tema, señalamos también el peligro del esoterismo concebido como una práctica de fenómenos, con el insaciable deseo de mover fuerzas que otros no mueven y dominar poderes que otros desconocen. Este fenomenismo se suele presentar en dos vertientes: bajo la farsa de quienes se enriquecieron aprovechándose de los incautos ignorantes; y bajo la saturación de quienes, jugando con fuego, terminan por quedar anestesiados para el verdadero fenómeno de la transformación interior.
EL UNIVERSO. ESPIRITU Y MATERIA
El Universo es el gran Ser Vivo - Macrobios - que surge de la Deidad Absoluta. Toma cuerpo cada vez que se manifiesta, y lo pierde cada vez que se resume en su Principio Esencial. El Universo, entonces, como Ser Vivo manifestado, se expresa a través de una dualidad que denominamos Espíritu y Materia. Esta polaridad habrá de marcar con idéntico sello a todos los seres vivientes que compondrán dicho Universo manifestado.
Desde este punto de vista, la Filosofía Acropolitana es espiritualista, concediendo con ello la superioridad al Espíritu sobre la Materia, dado que el Espíritu puede revestirse de Materia, pero la Materia no puede formar al Espíritu. De este modo queda establecido cuál entre los dos principios es el más válido, sin quitar por ello existencia al otro.
El Espíritu puede asumir infinitas formas de vida, que se desenvuelven según una Ley matemática; es la Ley que nos asombra por su perfección y que a cada paso encontramos reflejada en lo que llamamos Naturaleza.
La Materia es la cobertura de las infinitas formas de vida, y obedece a la necesidad de experiencias concretas que por lo visto tiene el mismo Espíritu.
La Vida consiste, pues, en un recorrido espiritual apoyado en vehículos materiales. Así es como entiende la Vida nuestra Filosofía Acropolitana, y si en múltiples oportunidades hemos expuesto nuestra oposición a una Filosofía materialista, es porque entendemos los males que de esa postura se pueden derivar. Para comenzar - y continuar luego con todas las consecuencias - la sola visión material quita el sentido amplio del Universo, de la Vida y del Hombre. La máscara de la materia, en lugar de cobertura, se vuelve una farsa aterradora en cuanto queda vacía de contenido.
VIDA Y MUERTE
Es una consecuencia de la dualidad que afecta a todo el Universo manifestado. Son dos aspectos de una misma cuestión: es el Espíritu con o sin materia.
Como es lógico, también el hombre - parte del Universo - se ve afectado por esta polaridad. Su espíritu permanece siempre vivo, mientras que el cuerpo que lo recubre es desgastado por la vejez y la enfermedad, desembocando en la muerte, o lo que es lo mismo, la disgregación de la materia corporal. Sin embargo, aunque el cuerpo muere, el hombre no muere. No podemos concebir al hombre fuera de la Naturaleza y de sus ciclos, y por lo mismo, no podemos concebir un espíritu humano perecedero. De allí la doctrina de la reencarnación, las múltiples apariciones materiales de un mismo espíritu, la múltiple necesidad de experiencias que conducen a una sola meta: la evolución conciente progresiva.
Aunque la repetición de experiencias podría hacer pensar en una pérdida de oportunidades, a falta de conciencia para aprovecharlas, ninguna experiencia se pierde. En las vidas que hoy existen están atesorados todos los conocimientos recogidos a través del tiempo, como Humanidad en conjunto, y como individuo en particular. Cada ser humano es una síntesis de sus propias experiencias, sumadas y combinadas, sea o no claramente conciente de este proceso. Claro que, a mayor conciencia, a mayor despertar del espíritu dentro de la materia, mayor será la captación de esta Ley de la Naturaleza y mayor el beneficio que de ella se extraiga.
Así como en la relación Espíritu-Materia, el Espíritu es superior a la Materia y domina sobre ella, en la relación Vida-muerte, la Vida es superior a la muerte, ya que es sólo la Vida la que existe. "El propósito de la Naturaleza no es que la muerte acabe con la vida, sino que triunfe la vida sobre la muerte para hacer de los entes vivos seres inmortales."
He aquí una buena definición de lo que es evolución: no basta con estar vivo; hay que tomar conciencia de esa Vida, para pasar de la pendulación vida-muerte, a la vivencia de la eternidad.
LA HUMANIDAD
Hacemos nuestras las antiguas doctrinas que conceden a la Humanidad una proyección temporal mucho mayor que la que hoy se acepta. Se dice que el Hombre apareció sobre la Tierra en épocas remotas, casi cuando el planeta ni había terminado de consolidarse, estableciéndose una importante relación entre la habitación y sus habitantes.
Este Hombre remoto habría pasado por variadísimas etapas de evolución, produciéndose cambios desde lo físico hasta lo metafísico. Los cuerpos se fueron perfeccionando en su expresión y la conciencia fue ganando en agudeza.
Pero, en combinación con esta línea creciente evolutiva, la historia de la Humanidad registra momentos de alzas y de bajas, coincidiendo respectivamente con los períodos de esplendor de las ideas espirituales y los de exaltación del materialismo. Noches y días también se sucedieron para la historia de los hombres, sin que deban interpretarse como marchas y contramarchas: todas las experiencias son positivas y todas tienen un sentido. Nadie retrocede cuando duerme, ni la Humanidad retrocede cuando se adormece en sus momentos difíciles.
Hablar de Humanidad, del conjunto humano, no supone establecer una igualdad de hecho entre todos los hombres. Hay, sí, una igualdad esencial espiritual y hay, por lo demás, diversos grados de evolución que se expresan en las evidentes diferencias entre unos y otros. Pero en esta variedad está la riqueza; en la desigualdad se producen conjugaciones armónicas que de otra manera no podrían existir. Todos los hombres son necesarios, pues todos los hombres tienen una misión que cumplir sobre la Tierra.
La tan mentada libertad, como absoluto, no existe. Toda libertad está condicionada a las leyes inmutables que rigen el Universo. Hay libertad dentro de la predestinación, como hay posibilidad de moverse dentro de una nave que, por lo demás, sigue un rumbo fijo. En todo caso, la auténtica libertad se expresa en el hombre en el cual su espíritu ha conquistado su materia; se trata de una libertad interior que da valor a todas las actitudes exteriores.
Teniendo en cuenta, pues, las leyes inexorables que acabamos de mencionar, nada es casual en el mundo, sino que todo es causal. Todo lo que sucede es la respuesta a una Ley de Causa y Efecto que va eslabonando los hechos según sus naturalezas afines. De lo que se deduce que la peor injusticia que puede vivir el hombre es la de ser injusto consigo mismo, sembrando causas nefastas que habrán de redundar en respuestas análogas. No hay un sino maligno al cual cargar la culpa de nuestras desgracias, sino un tejido de circunstancias en el cual hemos participado activamente - aunque inconscientemente - .
LAS CUATRO CARAS DE LA PIRAMIDE
Una vieja enseñanza egipcia utilizaba la pirámide como modelo para llegar a la cúspide de la evolución. Si la pirámide se observa desde su base, ofrece cuatro caras evidentemente distintas que parten hacia arriba; son como caminos diversos que aparentemente llevan a fines diversos también. Sin embargo, si iniciásemos el ascenso por alguna de sus caras, veríamos con gran sorpresa que disminuye la separación entre vertiente y vertiente, y que, contrariamente a lo que parecía desde abajo, todas las caras desembocan en un mismo vértice superior. De este modo, los sabios egipcios mostraban las posibilidades humanas de llegar a la misma Verdad Esencial a través de distintas vías, según las naturalezas humanas. Se mencionaban cuatro vías fundamentales, en las cuales cabían todas las actividades posibles para el hombre: la Religión, la Ciencia, el Arte y el Poder.
La vía de la Religión ha de ser una forma efectiva de unión del hombre consigo mismo, con los demás hombres y con Dios. Se realiza a través de la Mística, el acto espiritual que pone en contacto con los Misterios o, como lo define nuestro Fundador Jorge Angel Livraga, todo acto hecho con buena voluntad y eficacia.
La vía de la Ciencia ha de eliminar en principio todos los tabúes típicos de las modas temporales, y no ha de negar rotundamente aquello que no sabe o no ha podido comprobar. Antes bien, ha de experimentar con un espíritu abierto, siguiendo con ello un camino de acercamiento progresivo a la Verdad. La Ciencia no crea lo que descubre, sino que descubre una vez más las eternas Leyes de la Naturaleza. No ha de destruir, sino al contrario, buscar los medios para favorecer la construcción de un mundo mejor.
La vía del Arte se ha de fundamentar no sólo en las emociones burdas y ni siquiera en los sentimientos, sino que ha de desarrollar la intuición de los Arquetipos, de las Ideas Primeras que, en su perfección, incluyen por lógica la Belleza. El Arte se ha de caracterizar por su contenido trascendente que en lugar de volcar al hombre hacia lo vulgar y cotidiano, le ayude a remontarse hacia lo Bello en sí.
La vía del Poder o la Política es la ciencia y el arte de plasmar una Civilización. Y entendemos por Civilización, un molde - en la tierra - de convivencia humana que sirva como apoyo a la Ley de Evolución. Así, es imposible concebir una Civilización que no lleve a la Evolución. Se trata de formar al individuo de tal manera que ya no se satisfaga con la simple vida de intercambio de la sociedad, sino que aspire a un Estado orgánico donde todas las potencialidades pueden ser armónicamente desarrolladas. Se trata de pasar de la débil conciencia del sueño a la claridad de visión de la vigilia; se trata de transitar desde las formas anárquicas e indefinidas hasta el Orden Universal.
Nuestro mundo conoce bien poco de estas cuatro vías del modelo piramidal, aunque maneja sin embargo los conceptos correspondientes a cada una de ellas. Pero el manejo de estos conceptos es tan deficiente como para llegar a lo traumático; hay quienes prefieren "ni oír hablar" de ciencia, religión, política o arte, con tal de no reconocer que hay mucho dolor al respecto, pero poco conocimiento. Todo esto es producto del punto de vista rasante en que nos encontramos en relación a la pirámide; todas las discusiones se producen a nivel de la base. A medida que se asciende en la evolución, cambia la perspectiva, tanto de lo que está abajo como de lo que está arriba. Y ya desde la cúspide de la pirámide, se ve con claridad todo el camino recorrido y el sentido de cada uno de los pasos dados. Arriba se domina el panorama; arriba llegan los que han logrado la Sabiduría, los que superaron varios escalones en la marcha evolutiva.
LA SITUACION ACTUAL
Sin excedernos en una prolongada descripción de causas, creemos que la pérdida de la Sabiduría profunda, ha desembocado en el estado actual de crisis que padece la humanidad. Crisis no es una ruptura, aunque lo parezca aparentemente: es el gozne de un ángulo, el momento álgido en un cambio de dirección. La crisis se establece en el gozne entre un pasado que ya no responde a las necesidades humanas y un futuro que todavía no se conoce. La crisis se plantea como inmovilismo o revolución, como tradición sin contenido o destrucción injustificada sin miras a una reconstrucción. La crisis oscila entre el ayer y el mañana, pero olvidándose del hoy que, por muy breve e ilusorio que sea, requiere una base de apoyo y una finalidad como meta.
Por ello, la Filosofía Acropolitana propone una natural ansiedad de Futuro, pero sin caer en devaneos fantásticos; y un fundamento en el pasado sin caer en melancolías estériles.
Los males contra los cuales hay que batallar en el día de hoy son lo bastante poderosos como para no prolongar indefinida e innecesariamente esta crisis. Una cosa es cambiar de sentido en un momento crucial de la Historia, y otra es pasarse toda la vida girando...
Hoy se imponen la angustia, el temor y la desesperación como respuestas a la ignorancia, la falta de principios y de fines.
Hoy se imponen el ateísmo, la impiedad y la creciente insensibilización como respuesta al materialismo, que también es otra forma de ignorancia.
Hoy se impone la violencia, como cáncer degenerado de un valor que falta a todas luces.
Hoy se impone el fanatismo a falta de idealismo: ya no existe la fldelidad por las propias ideas, sino la destrucción de los que no piensan del mismo modo que uno.
Indudablemente, la razón ha muerto... Y no nos contentamos con el olor a muerto. Pretendemos hallar otra torma de razón, superior naturalmente, más sensible, fina y amplia, para suplir los viejos esquemas intelectuales, ya vencidos e inútlies.
ALGUNAS SOLUCIONES
Es evidente que ante la crisis de nuestro mundo, debemos proponer un Mundo Nuevo y Mejor.
Cuando decimos "nuevo", no queremos significar que estos valores no hayan existido antes, alguna otra vez, sino que hoy son pocos los que se atreven a vivirlos. Cuando decimos "mejor", no es porque hoy no haya nada bueno, sino porque aún lo bueno debe ser perfeccionado.
Pero este Mundo Nuevo y Mejor no puede construirse sin un Hombre Nuevo que sea su célula esencial. Soñamos al Hombre Nuevo como un auténtico Hombre, como aquél que ha superado las limitaciones humanas y ha ganado el contacto directo con lo divino. ¿Y cómo ha de ser ese Hombre Nuevo?
Ha de poseer la llave maestra que abre todas las puertas de la evolución: es la fuerza de voluntad, una voluntad sana, fuerte y bien dirigida.
Ha de aplicar en todo momento la máxima del "Conócete a tí mismo", dominando la angustia de no conseguir aquello que se quiere ser, o bien de no saber exactamente lo que se quiere ser.
Ha de ser formado a través de una correcta educación, es decir, la que permite "educir" los valores internos y expresarlos adecuadamente en lo extemo. Esta educación es la que lleva a la Sabiduría, y mientras llega, nuestro Hombre Nuevo ha de ser un Filósofo. Esto significa que, además de un buscador de la Verdad, ha de ser un plasmador concreto de los mejores ideales que va captando; no olvidará nunca que en la medida en que el hombre mejora, el mundo mejora.
Ha de tener claros los conceptos de guerra y amor que, por supuesto, no son sinónimos de terror y blandura respectivamente. Ha de batallar consigo mismo y ha de desarrollar amor por los demás.
Ha de tener un fuerte sentido del compromiso; lejos de huir de las responsabilidades de su mundo y de su momento, las asumirá con plena conciencia, seguro de que es mil veces preferible un error cometido con buena voluntad, que la abstinencia de acción egoísta que tampoco está desprovista de errores.
Ha de vivir intensamente su juventud de alma; no será un simple aventurero amante de cambios y situaciones peligrosas, sino que pondrá todo su entusiasmo en cada una de sus acciones, sus sentimientos, pensamientos, en su fe y voluntad.
Nueva Acrópolis se propone como "un Ideal fuerte para jóvenes fuertes": un Ideal fuerte por su contenido de eternidad; unos seres fuertes por la vivencia de su juventud interior.
Nueva Acrópolis pretende construir en el interior de cada hombre una "ciudad alta" hecha con ladrillos de Historia; se trata de hacer Historia y no de mirarla correr. Se trata de una superación no egoísta, en que se busca ser mejor para servir a los demás, en que se busca saber para enseñar.
Nueva Acrópolis es una energía del Futuro. El hecho de tomar fuerzas en los mejores ideales del pasado y del presente, no nos detiene ni atrás ni en la actualidad. Buscamos precisamente lo bueno de ayer y de hoy para lanzarnos hacia el Futuro.Creemos en el Futuro.
Nueva Acrópolis tiene sabor de Eternidad. No vamos detrás de lo temporal que es simplemente duradero, sino tras lo atemporal, que es eterno. Somos atemporales.
Con inspiración atemporal y ambición de futuro, abrimos una puerta para llegar al Destino, aunque no sea mañana mismo. Las cosas fundamentales no se miden en tiempo, sino en realidades.
No llegaremos mañana... pero todo mañana empieza hoy. Y es hoy cuando hacemos sonar este clarín tan particular: los suyos son viejos sonidos que han vibrado cientos de veces en los oídos de los hombres sensibles; los suyos son nuevos sonidos que vienen a marcar un rumbo hacia las estrellas interiores, las que se recortan en ese trozo de cielo que ahora llamamos Hombre.
Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga