Inteligencia Emocional
Una forma distinta de ser inteligente: la capacidad de ser dueños de nuestras propias emociones
A diario, los medios de comunicación nos bombardean con noticias sobre la proliferación de enfermedades psicológicas entre la población, estrés, ansiedad, depresiones de todo tipo, al tiempo que se producen terribles oleadas de violencia y abusos.
Teniendo en cuenta los avances tecnológicos logrados en nuestro tiempo, parece un contrasentido que el ser humano haya llegado a un grado de infelicidad tan grande.
Hasta mediados del siglo XX, la psicología, sojuzgada en ese tiempo por las corrientes conductistas, prestaba poca atención a los mecanismos de la emoción. En las últimas décadas del pasado siglo, hemos asistido, por contrapartida, a una eclosión de investigaciones científicas sobre la emoción.
Pero, ¿qué es realmente la emoción? Etimológicamente, la palabra emoción proviene del verbo latino movere, que significa moverse, y el prefijo e. Se podría traducir como ?movimiento hacia?, es decir, que en toda emoción hay una tendencia a la acción.
Sabemos que las lentas y deliberadas fuerzas de la evolución a través de miles de generaciones, han ido modelando las respuestas más apropiadas y eficaces, asociadas con cada emoción, para defender al cuerpo de las diferentes situaciones a las que se tenía que enfrentar. Por ejemplo, ante la presencia de un depredador, la respuesta emocional más apropiada es el miedo, pues éste provoca que la sangre se retire del rostro y fluya hacia la musculatura esquelética larga, como las piernas, favoreciendo así la huida.
Desde 1940 se ha hecho un seguimiento de los éxitos y satisfacciones de los alumnos norteamericanos que mayor puntuación sacaron en los test de inteligencia. De este seguimiento se dedujo que el coeficiente intelectual aporta tan sólo un 20% de los factores determinantes del éxito laboral; asimismo, dicho coeficiente poco tiene que ver con el grado de satisfacción que una persona alcanza tanto en su trabajo como en las demás facetas de su vida. La inteligencia académica no ofrece una preparación adecuada para la multitud de dificultades u oportunidades a las que nos enfrentamos a lo largo de nuestra vida.
El concepto de inteligencia ha evolucionado y hoy los psicólogos reconocen distintos tipos como la espacial, interpersonal, intrapersonal, racional, especulativa, etc. Daniel Goleman habla de la inteligencia emocional, que es una forma distinta de ser inteligente y tiene que ver con la forma en que el individuo gestiona sus emociones y las de los demás. Hay cinco aspectos fundamentales de la inteligencia emocional, que son: el conocimiento de sí mismo, la gestión de las emociones, la motivación, la empatía y la percepción social.
El conocimiento de sí mismo sería conocer los propios sentimientos y utilizarlos para tomar decisiones acertadas. La gestión de las emociones es la capacidad de dirigirlas, de forma que éstas no conduzcan a hacer cosas de las que uno se pueda arrepentir. La motivación permite cumplir con los objetivos que nos hemos trazado y mantener el optimismo a pesar de los contratiempos y fracasos. La empatía es la capacidad de percibir lo que sienten los demás sin necesidad de intercambiar palabras. La percepción social sería poder identificar las claves para interactuar con los demás de forma adecuada para ambas partes.
LA IMPORTANCIA DEL CONOCIMIENTO Y DOMINIO DE SÍ MISMO
Los filósofos clásicos, en sus múltiples tratados, hacen referencia a la necesidad del conocimiento de sí mismo. Sofrosyne es el término griego que designa el cuidado e inteligencia en el gobierno de la propia vida. En el frontispicio del templo de Apolo en Delfos se leía la frase ?Conócete a ti mismo?, gnosce te ipsum, que fue adoptada por el filósofo Platón en la Academia. En su magistral obra La República leemos: ?La justicia no se refiere a las acciones exteriores del hombre, sino a su interior, no permitiendo que ninguna de las partes del alma haga otra cosa que lo que le concierne y prohibiendo que una se meta en las funciones de otra?. Aristóteles, en su obra Ética a Nicómaco, refleja la necesidad del hombre de tener un autogobierno que le permita no ser esclavo, sino dueño de sus emociones.
El estado de vigilia consciente ya era considerado por la escuela estoica en Roma, la cual recomendaba la ?tensión constante? o vigilancia perpetua que permitía que el individuo se revisara constantemente para no permitir que sus acciones traicionaran su propia voluntad.
Los romanos y la iglesia cristiana primitiva denominaban templanza a la contención del exceso emocional.
La moderna psicología nos habla de la metacognición o conciencia del propio pensamiento y del metaestado o conciencia de las propias emociones, que permiten al individuo percatarse de la existencia de una especie de segundo yo u observador espectral que es capaz de darse cuenta de su estado interior.
La toma de conciencia de nuestros estados de ánimo y de nuestras emociones constituye la piedra angular de la inteligencia emocional.
GESTIÓN DE LAS EMOCIONES NEGATIVAS
Enfado
El enfado es la emoción apropiada para defendernos de un posible enemigo. Genera el aumento de flujo sanguíneo en las manos facilitando de esta forma la lucha con un posible enemigo empuñando un arma o golpeando. También aumenta el ritmo cardíaco y la tasa de hormonas que, como la adrenalina, generan la cantidad de energía necesaria para acometer acciones vigorosas.
Si durante la evolución el enfado era la respuesta adecuada ante la amenaza física de los enemigos reales, también hoy en día se desencadena ante la amenaza simbólica de nuestra autoestima o amor propio. Por ejemplo: sentirse tratado ruda e injustamente, sentirse insultado, menospreciado, frustrado en la consecución de determinados objetivos, etc.
Cuando se produce el enfado, el sistema límbico libera catecolaminas. Estas sustancias generan la energía necesaria para emprender una acción decidida, duran unos cuantos minutos. Por otro lado, la amígdala activa una oleada energética a lo largo de la rama adrenocortical del sistema nervioso, cuya excitación puede durar horas e incluso días. Esto provoca que cuando las personas ya han sido ligeramente excitadas, están predispuestas a enfadarse por otras razones, aunque sean más insignificantes.
El primer modo de respuesta al enfado consiste en prestar el máximo de atención y darnos cuenta de los pensamientos que desencadenan la primera descarga de enfado. En lugar de fomentar los motivos que nos llevan al enojo, conviene encuadrar la situación en un marco más objetivo o encarar los hechos desde un punto de vista más comprensivo hacia los demás y hacia las circunstancias que disminuyen la irritación.
Los pensamientos obsesivos son la leña que alimenta el fuego de la ira, por eso, la distracción es un recurso eficaz para evitar el enfado. Son de gran utilidad los métodos de relajación, como la respiración profunda o la distensión muscular, así como el ejercicio activo, la lectura o la ocupación en labores que sean de nuestro agrado.
La preocupación
La preocupación es útil en cuanto que nos anticipa los peligros que puede presentarnos la vida; también puede aportar soluciones positivas ante ellas. En cambio, cuando se hace crónica y reiterativa, la preocupación resulta frustrante, ya que genera una secuencia de ideas obsesivas y estereotipadas que no aportan ninguna solución creativa que contribuya a resolver el problema. Puede desencadenar arrebatos nerviosos, fobias, obsesiones, convulsiones, ataques de pánico, etc.
Para no tener que llegar a todo esto, el primer paso sería conocerse a sí mismo, de esta forma se adquiere conciencia del estado de ánimo imperante en el momento cercano a la espiral de ansiedad. Éste se caracteriza por la proliferación de pensamientos circulares repetitivos.
El siguiente paso consiste en adoptar una postura crítica ante las creencias que sustentan la preocupación. ¿Cabe la posibilidad de que ocurra el acontecimiento temido? ¿Es algo absolutamente necesario y no existe más alternativa que aceptarlo? ¿Hay algo positivo que pueda hacerse al respecto? ¿Realmente me sirve de algo dar vueltas y más vueltas a los mismos pensamientos?
El filósofo Epicuro dice en una de sus máximas: ?Es la razón, por sí misma, la que hace la vida feliz y agradable al expulsar todas las ideas y opiniones falsas y evitar así toda perturbación de la mente?.
Tristeza
La tristeza, cuando se debe a una pérdida irreparable, es una especie de refugio reflexivo frente a los afanes y ocupaciones de la vida cotidiana que nos sume en un período de retiro y duelo necesario para asimilar nuestra pérdida. Nos permite realizar un ajuste psicológico y planificar nuestra vida para el futuro. En este sentido, la tristeza es útil, al contrario que la depresión o tristeza patológica.
Cuando la depresión es grave, lo más aconsejable es ponerse en manos de un psicólogo o psiquiatra. En cuanto a la tristeza común o simple melancolía, no es aconsejable el aislamiento, aunque sea lo más atractivo para quien la padece. Son aconsejables las actividades sociales, cuyo objetivo es que la mente se olvide de su tristeza.
Las personas con suficientes recursos internos pueden afrontar los pensamientos que se esconden en el mismo núcleo de la causa de la depresión. Esto les permitirá cuestionar su validez y considerar alternativas más positivas, que permitan encontrar soluciones a las causas que generaron el problema. Es de gran ayuda para elevar nuestro estado de ánimo el proporcionarnos algún pequeño triunfo personal, aunque sean cosas sencillas como realizar alguna tarea doméstica que teníamos pendiente o cambiar de imagen.
Ya que la depresión se nutre de pensamientos que giran en torno a uno mismo, el hecho de ayudar a alguien o entregarse a alguna actividad de voluntariado, ayuda a salir de ese estado. Para las personas con una orientación religiosa, la oración es una gran elevador del estado de ánimo.
GESTIÓN DE LAS EMOCIONES POSITIVAS
Motivación positiva
La motivación positiva ligada a sentimientos como el entusiasmo, la perseverancia y la confianza, influyen en el éxito y el rendimiento de la tarea que nos hayamos propuesto, más allá de las capacidades innatas. Un buen ejemplo de ello lo podemos encontrar en las aulas: los maestros saben perfectamente que las emociones dificultan o favorecen la capacidad de pensar, de concentrarse, de planificar o solucionar problemas.
Buen humor
Las personas con buen humor reciben beneficios intelectuales como la capacidad de pensar con flexibilidad, siendo más fácil el encontrar soluciones a los problemas, ya que de esta forma pensamos de una manera más abierta y positiva.
La memoria actúa en función del estado de ánimo. En un estado positivo solemos recordar acontecimientos positivos, mientras que los estados de ánimo negativos nos hacen colocar nuestros recuerdos en una dirección negativa.
Esperanza
La esperanza es algo más que la visión ingenua de que todo irá bien. Más bien sería la certeza de que uno posee la voluntad necesaria y la forma de llevar a cabo sus objetivos, sean los que sean. Sería el no rendirse ante la ansiedad, el derrotismo o la depresión cuando uno tropieza con dificultades y contratiempos.
Optimismo
El optimismo es tener la expectativa de que en general las cosas irán bien a pesar de los contratiempos y de las frustraciones. Es una actitud que impide caer en la apatía, la desesperación o la depresión frente a las adversidades. Los optimistas consideran que los fracasos se deben a algo que puede cambiarse. Los pesimistas, por el contrario, se echan la culpa de sus fracasos atribuyéndolos a alguna característica propia que es imposible cambiar.
El flujo
La capacidad de entrar en estado de ?flujo? es el mayor ejemplo de inteligencia emocional. Es un estado de olvido de sí mismo más allá de la preocupación o la reflexión. La persona se encuentra concentrada en la tarea que está llevando a cabo y el tiempo y el espacio cobran otra dimensión. Las acciones son totalmente eficaces y la energía fluye por nosotros como si fuésemos una caña hueca a la vez que nos sentimos espectadores de nuestras acciones, las cuales adquieren un carácter impersonal.
Algunos artistas, científicos, deportistas, políticos, médicos, etc, han descrito situaciones de este tipo. La literatura clásica de las grandes tradiciones contemplativas describen esos estados de absorción que se viven como beatitud, estado de gracia o vacuidad.
Para entrar en ?flujo? es imprescindible:
La concentración, es decir, enfocar intencionadamente la atención en la tarea que se está llevando a cabo.
El perfecto dominio de la forma de ejecutar la acción.
El tener la capacidad natural para realizar dicha tarea y que además a uno le guste y disfrute llevándola a cabo.
La empatía
Si bien el psicólogo norteamericano E. B. Titchener fue el primero que empleó este término en la década de los veinte, popularmente se ha conocido este aspecto de la inteligencia emocional como ?ponerse en el lugar del otro?.
La raíz de la empatía es la conciencia de uno mismo. Cuanto más abiertos nos hallamos a la comprensión de nuestras emociones, mayor será nuestra destreza en la comprensión de los sentimientos de los demás. La clave que nos permite empatizar con otras personas radica en la capacidad para captar los mensajes no verbales como el tono de voz, los gestos, la expresión facial, etc. Estos constituyen el 90% de la comunicación. En general, las mujeres tienen más capacidad para captar este tipo de mensajes.
El altruismo, valor humano por excelencia, se desarrolla justamente gracias a la empatía, y sin empatía, lo más normal es que se termine siendo un sociópata.
Las artes sociales
La capacidad de conocer los sentimientos de los demás y de hacer algo para transformarlos constituye el fundamento del arte de manejar las relaciones. El requisito para llegar a controlar las emociones de los demás consiste en el desarrollo de las habilidades emocionales propias como el autocontrol y la empatía. Ellas son las que nos permiten relacionarnos con los demás, movilizarles, inspirarles, persuadirles, influirles, tranquilizarles, etc.
LAS VENTAJAS DEL CONOCIMIENTO Y USO DE LA INTELIGENCIA EMOCIONAL EN LA PAREJA Y EN NUESTRO ENTORNO SOCIAL
El aprendizaje de algunos aspectos de la inteligencia emocional nos permitirá tener una mayor calidad en nuestras relaciones sociales.
Muchos fracasos matrimoniales podrían evitarse teniendo en cuenta algunos aspectos básicos como por ejemplo el no formular las quejas hacia determinadas actitudes de la otra persona de un modo destructivo, es decir, bajo la forma de un ataque en toda regla. Por ejemplo: ?El otro día te estuve esperando y no viniste, ¡eres un egoísta, sólo piensas en ti!?. Esto mismo se podría decir así: ?El otro día te estuve esperando y no viniste, y eso me molestó mucho porque tenía otras cosas que hacer?.
La trayectoria que generan nuestros propios pensamientos puede llevar a una paulatina separación del cónyuge si éstos nos sitúan continuamente en el papel de víctima. Esta actitud dificulta la posibilidad de encontrar soluciones factibles que mejoren la relación. Llega un momento en que sólo se es capaz de recordar las ofensas, olvidando todo lo positivo que la otra persona ha aportado. La actitud pesimista considera que nuestra pareja tiene un defecto inherente que sólo genera sufrimiento; la optimista en cambio diría: ?ahora se muestra exigente, pero en el pasado ha demostrado ser muy comprensivo?. El tener en cuenta estos elementos nos permite ser críticos con nuestros pensamientos y poder cambiarlos si vemos que podemos encarar las cosas desde otro punto de vista más positivo.
Muchas disposiciones internas nos pueden llevar únicamente al enfado, la desesperación, la tristeza, o por el contrario, la comprensión, la paciencia, el diálogo abierto, con la consiguiente mejora de nuestra calidad de vida y de nuestras relaciones. Por otro lado, se ha demostrado en numerosos estudios el enorme influjo que ofrecen la calidad de las relaciones sociales en la efectividad en el trabajo.
Un ejemplo fundamental en el bienestar de las relaciones es el saber realizar una crítica correctamente y saber recibirla igualmente. Las críticas son necesarias, especialmente en el mundo laboral, ya que, cuando están bien encaradas, sugieren un modo más adecuado para acometer una determinada tarea. Además, permiten abrir la puerta a nuevas posibilidades y alternativas que la persona ignoraba. Pero es necesario que el receptor no considere la crítica como un ataque personal, sino como una información valiosa para mejorar las cosas. En las organizaciones, el elevado índice de inteligencia emocional se reflejará en el índice de armonía social que permite sacar el máximo rendimiento del talento de cada uno de sus miembros.
EMOCIONES Y SALUD
La eficacia preventiva y curativa de las medicinas podría verse potenciada si no se limitara únicamente a la condición clínica de los pacientes, sino que tuviera también en cuenta su estado emocional.
La medicina en la actualidad generalmente rechaza que la mente tenga alguna influencia significativa sobre la salud del cuerpo; sin embargo, recientes estudios han demostrado la existencia de un vínculo fisiológico directo entre las emociones y el sistema inmunológico.
Continuamente nos hallamos expuestos a la acción de los virus del resfriado, la gripe y determinados herpes, pero nuestro sistema inmunológico suele mantenerlos a raya, excepto en aquellos momentos en que el estrés emocional y la ansiedad debiliten dicho sistema. Un estudio constató que tres o cuatro días después de una disputa particularmente intensa se contraía un resfriado o una infección de las vías respiratorias con más facilidad.
Las personas que sufren ansiedad crónica, largos episodios de melancolía y pesimismo, tensión excesiva, irritación constante y escepticismo son más propensas a contraer enfermedades como el asma, la artritis, la jaqueca y la úlcera. Además, las emociones negativas son un factor de riesgo para contraer enfermedades del corazón.
Junto con los tratamientos farmacológicos son de gran utilidad para el restablecimiento de determinadas enfermedades el aprendizaje de la relajación, en especial para enfermedades cardiovasculares, diabetes, artritis, asma, desórdenes gastrointestinales, dolor crónico, etc.
Una medida preventiva de muchas enfermedades sería ayudar a que las personas gobiernen mejor sus sentimientos perturbadores, como el enfado, la ansiedad, la depresión, el pesimismo o la soledad.
EPÍLOGO
Quizás lo más interesante de la hoy llamada inteligencia emocional (en las escuelas de filosofía a la manera clásica se le llamó formación del carácter), sea que nos ayuda a conocernos a nosotros mismos, a transformar las emociones negativas en positivas, a escuchar a los demás, etc. Pero no basta con conocernos, es necesario que pongamos en marcha métodos de acción que nos permitan transformarnos y poder ser como nos gustaría llegar a ser. No es necesario conformarse con la forma en que hemos venido al mundo, tenemos la posibilidad de cambiar aquellos elementos que no sólo no nos gustan de nosotros mismos, sino que además nos hacen daño. La inteligencia emocional se basa en una serie de capacidades, algunos la tienen más desarrollada que otros, pero todos tienen la posibilidad de desarrollarla en mayor medida, únicamente es necesario conocimiento y esfuerzo para ponerlo en práctica.
Manuel Casaña y Asunción Soria
Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga