Málaga no es solamente la playa y el lugar divertido donde pasar las vacaciones. De carácter extrovertido y alegre, tiene sin embargo, escondida como un secreto, un alma mágica y misteriosa.
La Cueva del Tesoro se encuentra a unos 10 Km. de Málaga, entre las localidades de La Cala del Moral y El Rincón de la Victoria, excavada en un promontorio de rocas calizas de edad jurásica que forman un abrupto acantilado sobre la orilla del Mediterráneo.
Sus escasos 500 metros de galerías fueron esculpidos por la acción del oleaje y las corrientes marinas, antes de que las fuerzas tectónicas la levantasen hasta su posición actual, permitiéndonos visitar sus hermosas e intrincadas cavidades, estrechos pasadizos, pulidas oquedades y caprichosas esculturas de formas fantasmagóricas.
Habida cuenta del escaso desarrollo de estalactitas y estalagmitas, originadas por la acción disolvente del agua de lluvia infiltrada por la porosidad y grietas de la roca, cabe suponer que su emersión ha sido bastante reciente (hablando en términos geológicos).
Posee restos de pinturas rupestres, de estilo esquemático, descritas por el abate Breuil en 1918, en la sala más cercana al más antiguo pozo de acceso, conocido como Pozo del Higuerón. Las excavaciones realizadas en esta sala por el profesor D. Manuel Laza Palacio han rescatado numerosos restos cerámicos y elementos de industria lítica pertenecientes al Neolítico, así como restos humanos (dos cráneos completos y numerosos fragmentos también de cráneos) y de algunos animales.
Se han encontrado también abundantes restos de cerámica árabe vidriada, como parte del material que tapaba artificialmente tres puertas o torcas que daban a una sala de la cueva, cuyos niveles arqueológicos normales, con restos de cerámica e instrumentos líticos, estaban removidos y destruidos.
Uno de los exponentes más claros de la magia de esta tierra, quizás uno de los más legendarios, es la “Cueva del Tesoro”, conocida también como Cueva del Higuerón o Cueva del Suizo.
Tres historias misteriosas confluyen en esta hermosa gruta excavada por las olas de otros tiempos, y abierta hoy al público como interesante oferta turística: La leyenda del Tesoro de los Cinco Reyes, de origen medieval y difundida sobre todo a partir del siglo XVII, que le da el popular nombre de “Cueva del Tesoro”; la historia del suizo que pasó casi 30 años buscando este legendario tesoro, y que murió en una de las explosiones que él mismo provocaba abriendo galerías; y la más mágica y antigua de las tres: la existencia del prehistórico santuario a la diosa Noctiluca, atribuido al antiguo imperio de Tatesos.
LA LEYENDA DEL TESORO DE LOS CINCO REYES
Esta leyenda hace referencia al tesoro de los cinco reyes de la dinastía almorávide, cuyo último rey, Tesufín ibn Ali, habría muerto en la plaza de Orán en el año 1145, a manos de los almohades, tras embarcar el tesoro real rumbo a Al Andalus. Los rastros de este tesoro se perdieron, y fue Fray Agustín de Milla y Suazo , natural de Orán, quien en el siglo XVII recogió la leyenda en su manuscrito, aún inédito, titulado “Historia Eclesiástica y Secular de Málaga y su Obispado”, en el que señala como lugar de enterramiento del tesoro a la cueva del Higuerón. Esta historia fue recogida más tarde en la obra “Conversaciones Malagueñas”, publicada en 1789 por D. Cristóbal Medina Conde, bajo el seudónimo de Cecilio García de la Leña, con todos los elementos de una leyenda, en la que no faltan el gigante ni el dragón. Según este autor, un grupo formado por 17 hombres de reconocido valor se introdujeron en la cueva para buscar el famoso tesoro, y salieron aterrados, convencidos de haber visto “...estampada la figura de un animal extraordinario, que algunos à pesar de su miedo, y perturbación de los sentidos, calificaron de Caiman, ú otro animal semejante” ; y cuando ya salían “...entre las huellas confusas de sus calzados, advirtieron había una como de pies desnudos, que cada uno de ellos ocupaba mas sitio que el ancho y largo de dos pies de los nuestros...” . Ciertamente, en una de las salas laberínticas de la gruta podemos observar una formación rocosa que, con imaginación, podemos identificar con la forma de un gigantesco camaleón... ¿sería la figura que espantó a los aventureros del siglo XVIII?
¿Recuerdan a los 7 enanitos de Blancanieves, cavando en una mina de diamantes? Según las tradiciones del antiguo pensamiento mágico, la naturaleza está habitada por una serie de “espíritus elementales” que colaboran en su desarrollo y evolución. Gnomos, hadas, duendes, elfos, sirenas, ... son seres invisibles que participan de la obra creadora de la naturaleza en cada uno de sus cuatro planos de manifestación, representados por los cuatro elementos: tierra, agua, aire y fuego. Gnomos y enanos son los espíritus correspondientes al elemento Tierra. Ellos son los encargados de la evolución de las piedras hasta alcanzar la pureza de las piedras preciosas, y de los metales hasta su transmutación en oro. Ellos son los fabricantes de los tesoros que se ocultan en el subsuelo y en las cavernas, y ellos son, también, sus terribles defensores. Por otra parte, hay otros seres aún más terroríficos, que trabajarían a las órdenes de los espíritus antes mencionados: son los dragones. Aquellos reptiles que vuelan y escupen fuego, y que duermen en un lecho de oro, protegiendo los más asombrosos tesoros. Otros habitantes míticos de las cavernas son los gigantes, ogros y cíclopes, como el que es vencido por Ulises en la Odisea.... De toda esta magia participa la leyenda, con la historicidad y realismo que caracterizan el mundo imaginario español, del Tesoro de los Cinco Reyes.
El profesor Laza Palacio encontró durante sus excavaciones un candil de cerámica en el que se habían introducido 6 monedas de oro almorávides, de la época de Alí ibn Yusuf. Su interpretación, después de conocer que para algunas tribus saharauis, herederas de las tradiciones almorávides, el número 6 es de gran valor mágico y supersticioso, fue que aquel tesorillo fue ocultado intencionadamente junto a una de las bocas de acceso a la cueva, como parte de un ritual mágico de ocultación del tesoro; quizás un ritual de invocación a poderosos genios de la tierra que, desde su lámpara mágica, protegiesen el tesoro de la codicia de los saqueadores.
La leyenda se completa con la intervención de aquel personaje, llamado Antonio de la Nari, natural de Suiza, que pasó casi 30 años buscando el legendario tesoro de los cinco reyes mahometanos, abriendo con dinamita galerías y pasadizos, y que murió en 1847 en una de sus explosiones. Los lugareños aseguran que su espíritu vaga todavía por los laberínticos pasillos rocosos, buscando el fabuloso tesoro que aún hoy permanece oculto...
Quizás nunca hubo allí ningún tesoro real, o quizás sí que lo estuvo pero fue robado al poco tiempo de esconderse por alguno de los implicados en su ocultación... o quizás los ritos mágicos tuvieron éxito y el tesoro se encuentra aún ahí, al alcance de nuestras manos pero fuera del alcance de nuestros ojos... O quizás el tesoro se encuentra ante nuestros mismos ojos, pero es de una naturaleza tan distinta a la que esperábamos que por eso somos ciegos a él....
EL SANTUARIO DE NOCTILUCA
La más impresionante de todas las salas, a la que se llega pasando por una serie de galerías laberínticas, es el Santuario de Noctiluca, sala en la que se encuentra un “betilo” o formación rocosa en la que la imaginación nos hace ver un perfil tosco femenino con una especie de tocado atravesado por una oquedad redonda, que simbolizaría a la Luna. Al pie de este misterioso rostro se encuentra otra formación de menor tamaño, con una curiosa forma de media luna, que nos hace recordar la media luna a los pies de la Virgen María Inmaculada, o la antigua barca de Isis. Una serie de pilas o vasos comunicantes rodea el conjunto en forma descendente, haciendo caer el agua que se infiltra sobre todo en época de lluvias, desde la pila superior hasta la inferior. En estas pilas se encontraron restos de cenizas pertenecientes a animales sacrificados, que sitúan la utilización del complejo ritual en el Neolítico.
Rufo Fiesto Avieno dice en su “Ora Marítima” : “... bajo el dominio de los tartesios existe allí, frente a la ciudad (Mainake o Málaga) una isla, consagrada antes por los habitantes a Noctiluca” . Noctiluca era esa diosa lunar de la fecundidad, la vida y la muerte del Neolítico, anterior al parecer incluso a los tartesios, que entre los fenicios fue representada en forma de betilo en la Tierra, y por las distintas fases de la Luna en los Cielos. El culto a esta divinidad, bajo estos mismos elementos, fue representado también en las monedas fenicias de Malaka (Málaga), todo lo cual confirma a la llamada Cueva del Tesoro como el antiguo Santuario de esta antiquísima y misteriosa divinidad
Al simbolismo de las cavernas como lugar de ocultación de tesoros, se suma, pues, el simbolismo de la caverna como lugar mágico y sagrado.
El significado simbólico de las cuevas está relacionado con los misterios de la muerte así como del nacimiento. Como “puerta de los infiernos” o entrada al mundo de los muertos, fueron utilizadas desde el Paleolítico como lugares de enterramiento. Pero las grutas eran, a la vez, representaciones de vientre generador de la Madre Tierra, “matrix genetrix”, útero telúrico regenerador de la Vida, que las convertían en lugares de nacimiento de los dioses, héroes y espíritus . Esta confluencia de la vida y la muerte en las cuevas las convertía en los centros adecuados para la realización de los ritos de la muerte iniciática, a través de los cuales el adepto, recorriendo el camino hasta el mundo de los muertos y regresando nuevamente al de los vivos, se convertía en iniciado.
En la cueva malagueña que nos ocupa, a este simbolismo telúrico se suma el simbolismo de la Luna y de las aguas marinas. El origen marino de la gruta, su cercanía y conexión al mar, y la relación de las mareas con el influjo de la Luna, convierten a este lugar en el punto de confluencia de los misteriosos poderes femeninos de la Naturaleza, en el centro sagrado de los misterios del renacimiento.
Magia y misterio se suman en la Cueva del Tesoro de manos de la geología, de ritos ancestrales y de narraciones legendarias. Hayan o no enterradas piedras preciosas y oro, vaguen o no vaguen por sus galerías dragones, gigantes o las almas torturadas de enloquecidos buscadores de riquezas, el tesoro del antiguo culto a la misteriosa y antigua Diosa Madre vive aún entre las curvas y pulidas paredes de la más mágica de las cuevas de Málaga.