Matemáticas Egipcias
José Carlos Fernández
Nada más dinámico que los números. Danza es su geometría y música su verbo.
El nacimiento de la Ciencia Matemática es incierto. Si entendemos por Matemática la racionalización de la Naturaleza de acuerdo al número, su conocimiento se verifica desde hace decenas de milenios. Miles de años antes de toda civilización conocida, se han hallado huesos con incisiones que muestran un conocimiento y aplicación del sistema decimal; o mejor aún, flautas de hueso -de hace más de treinta mil años- que verifican el uso de la escala musical diatónica para la que es imprescindible un conocimiento matemático.
Si hace algunos años se enseñaba que la matemática había nacido en Grecia,
con figuras como Pitágoras, Eudoxio, Euclides, etc., hoy, como ya decían los griegos, hemos vuelto a recordar que estos sabios aprendieron sus conocimientos de los sacerdotes egipcios. Herodoto dice que los sacerdotes egipcios dedican su tiempo a especulaciones matemáticas, aunque la matemática a la que el ?padre de la Historia? se refiere es la suma y síntesis de las Enseñanzas Secretas sobre el Hombre y la Naturaleza.
Cuando Galileo Galilei, físico y pitagórico del siglo XVI, afirmaba que ?las Matemáticas es el alfabeto con que Dios ha escrito el libro de la Naturaleza?, está más cerca de la idea de Número y Matemática Egipcia que nuestros matemáticos del tercer milenio. Para los egipcios los Números son los Dioses, los Arquetipos Puros de Platón, las Ideas divinas, esqueleto vibrante, articulado, luminoso y puro de todo cuanto nace, vive y muere. Los Números, para los primitivos sabios del país de Kem, no sólo nos enseñarían cómo es la realidad; sino también qué es, porque al ser los Números los Dioses-Raíz demarcan los senderos por los que todo se acerca a lo Uno o Raíz Oculta y sin límites.
Los Números no serían tan sólo los peldaños de la escalera que nos acerca al cielo, sino también la Estrella que en él brilla. Son seres Puros, cuyo reflejo en la diosa Maat, diosa del orden, la verdad y la justicia, se convierte en relaciones, en razones; y en la Naturaleza en cualidades, en las fuerzas vivas presentes en esta misma Naturaleza.
El neoplatónico Porfirio, afirmaba que los Números son los jeroglifos con que la naturaleza expresa sus operaciones y su quintaesencia. Y Schwaller de Lubicz, el más profundo de los estudiosos de la matemática y la arquitectura simbólica egipcia, afirma lo mismo cuando dice que ...hay un esoterismo del Número que se deriva de los Números en tanto que símbolos funcionales (éste es el verdadero sentido del pitagorismo), es decir, que el comportamiento de los números entre ellos mismos revela, en su expresión más simple, las funciones que vemos obrar a través de toda la Naturaleza.1
Pensemos, por ejemplo, en el codo real de Menfis, que está en el Museo del Louvre. Es una regla para trazar la medida, Maat. Para los sacerdotes egipcios todo aquello que no se ajusta a la medida pertenece al caos, el reino de Set. Thot, la Inteligencia, ha trazado, desde el inicio -desde la raíz- los esquemas o Números de cómo debe ser cuanto en la naturaleza quiera entrar en resonancia o armonía con lo divino. Cuanto no se ajusta a esta medida o geometría perece víctima del caos, devorada por el tiempo que sólo consume lo irreal. Los Siete Sabios de Grecia inscribieron máximas de conocimiento, de prudencia y de geometría sagrada en el templo de Delfos consagrado a Apolo, dios de la armonía. Son recuerdos de la matemática de sus maestros, los sacerdotes egipcios: nada en exceso, sé fiel a la medida, la medida es lo mejor, obedece a las leyes, usa la medida, conócete a ti mismo, conjetura lo invisible por lo visible.
Este codo real de Menfis está dividido en 28 partes, siete palmas de cuatro dedos cada una, o sea, la naturaleza dividida en cuatro elementos, tierra, agua, aire y fuego, de estructura septenaria. Cada uno de estos dedos está relacionado con una divinidad de Heliópolis: los primeros nueve o Primera Enéada es la llamada Enéada de Heliópolis, los nueve números sagrados de la Matemática, la Tetractis Pitagórica, el equivalente a los Sephirots hebreos. Siguen el orden divino de la creación, y surgen del Cero, que es el No-número, el abismo de las Aguas Primordiales, lo homogéneo e indefinido, el Espacio ilimitado, sin variación y sin mancha donde nacen y mueren los universos.
El Uno es Atum, ?el Nacido por Sí mismo?. Su nombre se traduce como ?No-Cosa? y se interpreta como ?Ser del Todo?. En el Codo real de Menfis aparece como Atum-Ra, el Sol Creador, y su símbolo es un círculo con un punto central. Atum es el punto, sin límites, pero ya existente. El ?aquí y ahora? por primera vez dentro de la indefinición de Nun.
El Dos es Shu, el viento del espíritu que corre dando luz y vida. La luz existe porque existe una fuente y un receptáculo de la misma. Shu es también la electricidad cósmica, que se expresa como relación de los sexos en la naturaleza.
El Tres es Tefnut, que es el Espacio, pero no ya como ?plenitud incondicionada y vacío sin límites? (Nun, el número cero), sino como la Forma Pura de donde surgen todas las formas. Con tres puntos trazamos la primera figura geométrica, el triángulo, figura que en geometría plana delimita la superficie.
El Cuatro es Geb, la oca y la tierra. Uno de los dioses símbolos del tiempo. Cuatro son las esquinas o los elementos de todo lo manifestado o tierra. La progresión del uno al cuatro lleva, pues, en matemática egipcia, a la pirámide, cuya base cuadrada es la síntesis de todo un proceso creador que se inicia en el azul infinito de Nun y desde el poder creador de la unidad Atum-Ra. El cuatro, tierra o tiempo, es también la cruz, porque todo aquello que vive está crucificado en el tiempo.
El Cinco es Nut, el cielo, como gran madre que protege con sus alas
El Seis es Osiris, simbolizado en el codo de Menfis como un Ojo, el Espíritu, sobre un Trono, la Naturaleza. Osiris representa el Fuego en el Agua, la corriente renovadora de la naturaleza y el río Nilo.
El Siete es Isis, y es representada en varios escenarios. En una clave Isis es la Luna, cuyos ciclos de tiempo están regidos -respecto de la tierra- por el número siete y sus múltiplos. Por otro es la naturaleza y el alma de la tierra, la gran encantadora que arrebata a Ra su Nombre secreto para dárselo a su humanidad, antes ciega y desvalida. Y como tal, es la Señora de los Siete Escorpiones, las Siete Pruebas para subir los peldaños de su escalera y trono. Es también la diosa de la sabiduría, porque el siete es el número o llave que permite abrir las infinitas puertas de la naturaleza. Isis es también la virgen que es madre y dadora de vida.
El Ocho es Set, el doble cuadrado, la cárcel del karma y el desierto más allá de donde se desarrolla la vida.
El Nueve es Neftis, y a Neftis se le llama señora del castillo y la que guarda las murallas, porque es ella la que cierra el primer círculo de números o dioses. Por eso se la relacionaba con la cara oculta de la Luna, como Lilith en Grecia, guardiana del secreto y de los juramentos, de aquellos límites y conocimientos que nadie debe transgredir.
El Diez es Horus, el primero de la siguiente Enéada de dioses, una forma de Ra, de la unidad en acción, pero en un mundo más cercano a los hombres.
Dicen los egiptólogos que la segunda Enéada está relacionada con el mundo funerario y psíquico -así como la primera lo está con la mente- y la tercera está constituida por dioses estelares.
Algunas de las letras hebreas conservan este mismo significado. La letra D equivale al número cuatro y significa puerta, asociado, por tanto, a la tierra. Y la letra He es el cinco o ventana, asociada al cielo. La letra zayin es el número siete y representa la espada de la sabiduría, y la het es el ocho y su imagen el cerco que impide salir. La letra tet, el nueve, es la serpiente que al principio se mordía la cola sobre sí misma, delimitando un círculo, y que como Neftis, en los primitivos silabarios se relacionó con el escudo que protege.
Esto hace evidente que el primitivo conocimiento hebreo deriva del egipcio.
También es necesario aclarar que esta relación de números y dioses es la que aparece en el Codo de Menfis y que nos da una llave para entender la sabiduría egipcia de acuerdo a las enseñanzas ocultistas, pero que es una llave nada más. Existirían otras relaciones de los dioses y los Números con significados distintos, aunque análogos.
De hecho, distinta es la representación común de los números en los jeroglíficos egipcios, tal y como se expresa en la siguiente tabla:
Las unidades se presentan como trazos verticales, tal y como lo hace el hombre desde el paleolítico.
Las decenas con un signo que quiere interpretarse como una atadura de unidades, o como aquello que abraza y va desde una unidad hasta la siguiente, la de un ciclo nuevo; por ejemplo, del 1 al 10, o del 10 al 19, etc.
Las centenas por un signo en espiral, los miles por lotos y las decenas de mil por un dedo. La tradición clásica quiere emparentar el diez mil con el número de estrellas visibles y este es, por ejemplo, el significado de miríada en latín, con el sentido de ?tantos como estrellas? o ?una cantidad indefinida pero elevada, cercana al diez mil?. El dedo sería el jeroglífico de aquello que indica hacia arriba, hacia la noche estrellada. Es interesante recordar que Ptolomeo, en su catálogo de estrellas fijas, nombró precisamente hasta las diez mil.
El cien mil está simbolizado por un renacuajo, y el millón por el símbolo del hombre en exaltación a lo divino, como un atlas que sujeta la bóveda celeste.2
Hay otros modos de representar los números, aunque estos jeroglíficos raras veces se usan en los papiros matemáticos. Su uso es más conceptual que de cálculo.
La unidad por un arpón, un sol o la luna o por la fracción 1/30 (un día es la parte trigésima del mes).
El dos por los jeroglifos combinados del Sol y la Luna. El cuatro por un jeroglífico que es un pabellón de fiesta del jubileo. El cinco por una estrella de cinco puntas. El siete por una cabeza humana o por la suma 1/5+1/30. Por los siete orificios de la cabeza humana, emparentados, según la magia renacentista, con las siete fuerzas estelares. Y porque la fracción 1/5 del mes es 6; y 1/30 uno; sumando ambas siete.
El número ocho está representado por el ibis, ave sagrada que encarnaba al dios Thot y también por dos ¿pañuelos rituales? enfrentados uno al otro.3
El nueve por el jeroglífico del sol brillando en el ocaso,4 o por una hoz, la cifra hierática del 9. La hoz es el símbolo del tiempo y sus ciclos, de la cosecha que precede a una nueva siembra. Y por lo tanto del número 9. Los ciclos de tiempo están expresados en los productos matemáticos de 9. Todo número multiplicado por 9 da un 9 en su suma teosófica.5 El 9 se repite a sí mismo, como los ciclos de tiempo.
El 10 es Horus, el Halcón divino.
Respecto al ?número? cero de nuestra matemática, hay que decir que la Matemática egipcia no considera al Cero como un número, sino como un
No-Número. Conocido en los templos iniciáticos era demasiado sagrado para ser puesto en manos y bocas profanas. Y aun así era usado en determinados momentos con el jeroglífico nefer, especie de instrumento musical que reproduce la forma del corazón, tráquea y laringe; y que significa ?la voz del corazón?, ?lo bueno?, ?lo bello?, ?la armonía?. Este Cero se empleaba para nombrar aquello que está en paz, en equilibrio. Se ha encontrado, por ejemplo en papiros con listados de cuentas, cuando se ajusta el debe al haber.
Hasta aquí, quizás una imagen demasiado estática de los números egipcios y sus operaciones. Dejamos para otra ocasión la comprobación de que es un universo de movimiento, ritmo, dinamismo.
Notas
1.-Le Temple de L`Homme. Capítulo ?La pensée mathematique?
2.-Es la posición en que se presenta a Atlas en la iconografía griega. De rodillas y abarcando el mundo con sus brazos.
3.-Se trata del jeroglífico seneb, con forma de pañuelo y de báculo; el S 29 de la Gramática de Garner. Y que se traduce como salud.
4.-El jeroglífico N 8 de Gardiner, que se lee como weben y se traduce como brillar.
5.-En esta propiedad del 9 se fundamenta la llamada ?prueba del 9?.
Información ofrecida por la Asociación Cultural Nueva Acrópolis - Málaga